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El legado de la lucha de clases
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Por Rick Geddes
* Profesor de economía, Universidad de Cornell y académico del Hoover Institution.




Nueva York (AIPE)- En medios académicos se condena la antipatía hacia individuos por el simple hecho de pertenecer a algún grupo diferente, pero al mismo tiempo se fomenta la hostilidad hacia otros grupos. Con mucha razón se critica toda discriminación racial, pero la dura hostilidad hacia los económicamente acomodados sigue siendo aplaudida.

La evaluación del odio dirigido a ciertas razas y a ciertas clases sociales muestra una extraña similitud. Ambos odios se basan en la identificación y clasificación de la gente en categorías. En ambos casos se condena a alguien no por haber cometido algún delito o algún crimen, sino simplemente por pertenecer a cierto grupo mal visto. En ambos casos se promueve la mentalidad de "nosotros" contra "ellos". Las diferencias raciales y económicas han sido manipuladas por los gobiernos a lo largo de la historia para ampliar su poder, como también utilizadas para justificar su violencia contra el grupo odiado y despreciado, lo cual ha resultado en terribles genocidios.

El profesor de ciencia política R. J. Rummel, de la Universidad de Hawai, recabó las estadísticas más completas que tenemos sobre genocidios patrocinados por los gobiernos. Su estudio muestra que los regímenes totalitarios, apoyándose en la lucha de clases marxista, han sido los más crueles de la historia de la humanidad. Stalin, por ejemplo, mató a unos 55 millones de compatriotas, mientras que los comunistas chinos mataron a unos 35 millones. El total de las víctimas del nazismo alemán, calculado por Rummel, suma 21 millones. Al igual que la información de Rummel, "El libro negro del comunismo" concluye que no menos de 100 millones de personas fueron asesinadas por los gobiernos comunistas. De hecho, los odios raciales y de clase a menudo han sido conjuntamente utilizados como efectivos instrumentos políticos: recordemos los ataques de Hitler contra los "millonarios judíos".

Aunque el genocidio fue en algunos casos motivado por una combinación tanto de odio racial como de clase, eso ocurrió menos entre los comunistas chinos. Sin embargo, en Camboya bajo el Khmer Rouge, el mayor genocidio de la historia en proporción a la población fue el resultado directo del odio de clases. Los miembros del Khmer Rouge utilizaban novedosos indicadores para identificar la clase social de las víctimas; por ejemplo, si usaban anteojos.

El odio de clases puede ser aún más funesto que el odio racial. El daño del racismo se limita al número de víctimas potenciales que pertenecen a cierto y determinado grupo racial. Pero la clase social definida como enemiga puede incluir inicialmente sólo a los aristócratas, luego a la burguesía y añadir al pequeño terrateniente, según la necesidad política del momento, como solían hacer Stalin y Mao. Es más, el odio basado en el patrimonio de los perseguidos le da la excusa al gobierno para confiscar tales propiedades, lo cual es un gran incentivo para ampliar y profundizar sus campañas.

La noción de fijar limitaciones al lenguaje utilizado en la discusión pública debe también incluir a la guerra y al odio de clases. A pesar de tener una historia monstruosa, el odio de clases no se suele ver con el mismo desprecio que se manifiesta contra el odio racial. Quizás la razón sea que muchos intelectuales sufren de cierto resentimiento clasista. Si aquellos son menos cultos y menos inteligentes, ¿por qué tienen más dinero que yo? Y todo esto es un triste comentario sobre la escasa y distorsionada condición de nuestra comprensión de la historia.


Contribuyente: AIPEnet
Fecha: Sábado Agosto 3, 2002