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Narcoterrorismo Totalitario
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Por Diana Duque Gómez


Como señala Erich Fromm, "la democracia constituye un sistema que crea condiciones políticas, económicas y culturales dirigidas al desarrollo pleno del individuo... consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y espontaneidad del individuo"(1).

A través de la historia se han generado diferentes ideologías o concepciones que amenazan la libertad y la consecuencia de ella, la verdadera democracia. En el siglo XX estas ideologías perfeccionaron sus formas de opresión. Afirma Jean-Francois Revel que en ese siglo asistimos "a creaciones inéditas en el ámbito de la antidemocracia, formas nuevas, desconocidas anteriormente, de destrucción del liberalismo democrático"(2). Tal es el caso del totalitarismo marxista-leninista que "puso en funcionamiento una represión sistemática, hasta llegar a erigir el terror como forma de gobierno"(3). En dicha centuria también encontramos otros tipos de totalitarismo como el fascismo, el nazismo, el nacionalismo, el fundamentalismo teocrático y todas las formas modernas de estatismo.

El totalitarismo es una concepción política de la dominación y del poder absolutos sobre el individuo, sobre la sociedad en su conjunto y sobre el Estado, cuya característica fundamental es el terror: nadie está a salvo del poder totalitario. Para Hannah Arendt el terror es "la esencia del totalitarismo"; para Brzenzinski, su "característica más universal" y para Karl Friedrich, su "columna vertebral"(4).

En su Diccionario de Política Norberto Bobbio y Nicola Matteucci definen el terrorismo como "la práctica política del que recurre sistemáticamente a la violencia contra las personas o las cosas provocando el terror"(5). Según Von der Heydte, en el marco de una confrontación armada "el acto terrorista ha de entenderse como un acto violento de la guerra irregular, al que las leyes del país en que se lleva a cabo el acto consideran un acto criminal premeditado, cuya finalidad, la que se proponen los perpetradores, es sembrar miedo y aún pánico entre los afectados directa o indirectamente"(6).

En síntesis y en general, el acto de terror es un acto criminal premeditado de un grupo político organizado que recurre sistemáticamente a la violencia contra las personas o las cosas (sabotaje), para provocar, como su palabra lo dice, terror en una comunidad o en la sociedad, es decir, para crear un ambiente de pavor de un mal que amenaza o de un peligro que se teme. Agrega Von der Heydte que "El resultado material del acto terrorista -el daño real que inflige al adversario- desempeña apenas un papel subordinado si se compara, por una parte, con el efecto psicológico, la intimidación y el miedo, y, por otra, con el efecto propagandístico"(7).

De lo anterior se deduce que es un atentado contra la libertad y la democracia minimizar la gravedad de los actos terroristas llamándolos delitos comunes, para poder ajustarlos a un código penal convencional, porque, en concordancia con la enormidad del crimen terrorista, lo que se requiere es una férrea legislación especial antiterrorista. En el mismo sentido, es el súmmum de la perversidad y de la complicidad pretender justificar, amnistiar o indultar el terrorismo totalitario por ser político. Sería como exculpar los crímenes sin nombre, crímenes terroristas de lesa humanidad, cometidos por el leninismo o el nazismo porque fueron políticos, es decir, porque estaban sustentados en una ideología.

La historiografía del engaño logró encubrir durante casi todo el siglo XX los monstruosos crímenes cometidos por la dictadura totalitaria de Lenin (1917-1924), fundador de la Unión Soviética. Este régimen, modelo de terrorismo, fue continuado, aumentado y perfeccionado por Stalin, el mejor discípulo de Lenin. El aparato que sirvió para difundir el modelo leninista a escala mundial fue la Komintern (Internacional Comunista) creada en marzo de 1919.

La escuela de terror leninista, el terror rojo, se convirtió a partir de entonces en todo el mundo en la principal herramienta de las fuerzas totalitarias de esa estirpe, para tomarse el poder del Estado y sojuzgar de manera absoluta a las naciones en nombre del socialismo o del comunismo. Los ejemplos nefandos de la Unión Soviética, de los países de la Cortina de Hierro, de China, de Corea del Norte, de Vietnam, de Laos, de Camboya, de Angola, de Cuba, de la Nicaragua sandinista, etc., de movimientos subversivos como los derrotados Sendero Luminoso y Túpac Amaru en Perú y de brazos terroristas del narcototalitarismo como las FARC y el ELN en Colombia, así lo constatan.

Con el triunfo de la libertad, que condujo en 1990 al fin de la Unión Soviética y de los regímenes totalitarios de Europa Oriental, el mundo ingenuamente creyó que la pesadilla totalitaria había concluido. Pero la ideología comunista no se ha resignado a desaparecer y ha buscado nuevos ropajes que le permitan resurgir. Como afirma Pierre Courtade, "Stalin no ha desaparecido en el pasado, sino que está hundido en nuestro futuro"(8). Así lo confirma el Foro Social Mundial (FSM), una nueva internacional del totalitarismo leninista-estalinista, una nueva Komintern, proclamada en Porto Alegre, Brasil, entre el 25 y el 30 de enero de 2001.

Un informe de Gonzalo Guimaraens, publicado en el Diario Las Américas, sobre el Foro Social Mundial, afirma: "En la sesión inaugural, efectuada en el Centro de Convenciones de la Pontificia Universidad Católica de Porto Alegre, el francés Bernard Cassen, director de Le Monde Diplomatique y uno de los promotores del FSM, proclamó el lema del encuentro ante los 16.000 participantes y miembros de las delegaciones provenientes de 122 países, de Albania a Zimbabwe: 'Estamos aquí para mostrar que un mundo diferente es posible'. Pocos instantes después, cuando una prolongada ovación saludó a la delegación de Cuba comunista, encabezada por Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea del Poder Popular, y una platea eufórica gritaba consignas a favor de los guerrilleros zapatistas de México y de las narcoguerrillas FARC de Colombia, quedó en evidencia cual era ese 'mundo diferente'...

El sacerdote belga Francois Houtart, importante exponente de la teología de la liberación, quien durante muchos años asesoró al dictador Castro y continúa siendo un frecuente visitante de Cuba, afirmó que delante de los actuales sistemas basados en la propiedad privada la única salida es 'luchar por su destrucción radical'...

El sacerdote colombiano Oliverio Medina, que milita en las guerrillas FARC, añadió que 'Cuba comunista es la prueba de que el capitalismo no es la panacea para la humanidad, y sí lo es el socialismo'" (9).

La existencia de esta siniestra y enorme conspiración internacional, de la cual la narcosubversión terrorista colombiana es una de las principales puntas de lanza contra la libertad y la democracia, es decir, contra el liberalismo, ha sido ignorada dolosamente en Colombia por el gobierno de Pastrana, por la socialdemocracia de Horacio Serpa, el candidato presidencial de los narcopolíticos, y por los medios de comunicación e internacionalmente por la mayoría de los países europeos de tendencia socialdemócrata, los cuales se han convertido en cómplices del narcoterrorista "proceso de paz" colombiano.

Desde 1982, a partir del mal llamado proceso de paz del presidente Belisario Betancur, Colombia padece una guerra irregular total desatada por una minúscula subversión de estirpe leninista estalinista que ha instaurado la esclavitud del miedo en vastas zonas del país a través del terror. Thayer, un estudioso del terrorismo, afirma que normalmente la guerrilla recurre a este género de violencia "sólo cuando carece de seguidores suficientes"(10). Esto lo corrobora Jean Francois Deniau, filósofo político francés, cuando señala que el movimiento subversivo que opta por el terrorismo -como el colombiano- lo hace llevado por tres razones fundamentales: "porque el movimiento que es el autor del acto no tiene oportunidad alguna de ganar elecciones, es de naturaleza totalitaria y no tiene otro camino para imponerse que el terror"(11).

Para realizar la guerra irregular es indispensable que el ejército terrorista cuente en la legalidad con personas de la misma organización, libres de toda sospecha, que realicen actividades de logística, sin las cuales la existencia de esos grupúsculos sería imposible. Estos militantes del totalitarismo que fungen como ciudadanos de "bien" conforman la subversión en la legalidad, la cual aprovecha las prerrogativas que procura la democracia para infiltrar las instituciones y los estamentos civiles.

La subversión "legal" cumple varias funciones:

a) lava el dinero proveniente del narcotráfico, de los secuestros y las extorsiones;
b) es el puente del tráfico de armas y municiones;
c) es la responsable de justificar y promover el proyecto totalitario, dándole
una apariencia altruista;
d) en un momento dado suple líneas de comunicación perdidas, por ejemplo a través de mensajes cifrados en los medios de comunicación;
e) provee todo tipo de vituallas como uniformes, medicamentos y comestibles;
f) es la conexión entre la subversión armada y la población, es decir, son las
antenas de los guerrilleros en la población;
g) Sirve de refugio para los enfermos y heridos;
h) le posibilita a los grupos terroristas entrar rápidamente en combate y
desaparecer con la misma rapidez, proporcionándoles sitios para ocultarse;
i) Es la careta con la cual la subversión se apodera del gobierno local, etcétera.

Al igual que en otras partes del mundo, en Colombia las acciones terroristas se financian en su mayor parte con dineros provenientes del tráfico de drogas ilícitas, en este caso cocaína y heroína. Un informe de la Heritage Fundation afirma que la organización terrorista de las FARC, mensualmente "obtiene entre 50 y 100 millones de dólares del narcotráfico con lo que exceden con creces los dineros de Ben Laden"(12). Estos cuantiosos dineros derivados del narcotráfico, a los cuales hay que sumar los que provienen del secuestro y la extorsión, han convertido a la subversión terrorista colombiana en la más rica del mundo, superior a Al Qaeda, la organización terrorista de Ben Laden, que también se financia con el tráfico de heroína.

Para la criminóloga Rachel Ehrenfeld el narcoterrorismo "consiste en la utilización del tráfico de drogas para promover los objetivos de ciertos gobiernos y organizaciones terroristas... La mayor parte de las organizaciones terroristas que operan hoy en día en el mundo están, hasta cierto punto, influenciadas por la ideología marxista... Por varias razones, la manufactura y entrega de narcóticos forma parte de las actividades terroristas. La más obvia de esas razones lo constituye el hecho de que la droga sea una fuente de ingresos para apoyar dichas actividades de sus organizaciones. Otra de las razones es que el uso de drogas en países -blanco u objetivo, como el caso de los Estados Unidos, es uno de los elementos del programa terrorista para socavar la integridad del enemigo...

El narcotráfico requiere un entorno de ilegalidad y corrupción que posibilite la producción y comercialización de drogas ilícitas y el goce de las enormes ganancias provenientes de las actividades ilegales. Los terroristas buscan promover el temor y la incertidumbre y crear una sensación de caos y desorden a fin de obtener para sí mismos poder político. Siempre han disfrutado el 'status' especial de que sus crímenes hayan sido considerados 'políticos'. Por otro lado, los traficantes de drogas han sido calificados siempre como simples criminales. Cuando ambos se combinan, las organizaciones terroristas obtienen beneficios del comercio de estupefacientes sin ninguna pérdida en su 'status', y los traficantes que han forjado una alianza con los terroristas resultan más temibles y ganan poder político.... Se trata de una simbiosis mortífera que ataca los órganos vitales de la civilización"(13).

Con un promedio de 8 atentados diarios durante los primeros siete meses del año 2001 para un total de 1655 actos terroristas, 361 más que en el mismo periodo del 2000 (14), la subversión totalitaria colombiana ha continuado su siniestro camino hacia la toma del poder por la vía terrorista con la complicidad del gobierno de Pastrana que la ha protegido asignándole una intocable base terrorista de 42.000 Kms2, tan grande como Suiza, colocando así al narcoterrorismo por encima de la ley, es decir, en la más absoluta impunidad. Esto como es obvio, destruyó la soberanía nacional, esclavizó a los habitantes de esa zona, facilitó y fortaleció la guerra subversiva, promovió el terrorismo e incrementó el narcotráfico. Sobre este último punto un informe del gobierno de Estados Unidos estableció que dicha base "registró, durante el año 2000, la mayor tasa de crecimiento de cultivos de coca en todo el país"(15).

En una de sus recientes columnas Carlos Montaner afirma: "para que existan los Ben Laden de este mundo -las FARC de Colombia, los etarras vascos, el Ira irlandés, el Hamas palestino y el resto de esas tribus furiosas -necesitan del respaldo de ciertos Estados complacientes que les proporcionan parada y fonda. Es en ellos donde establecen la retaguardia, los campos de adiestramiento, las redes financieras, y es allí donde se curan las heridas y planean nuevos ataques"(16).

Las naciones que luchan por un mundo libre, encabezadas por Estados Unidos, han comprendido que en Colombia están en juego la libertad y la democracia; que Colombia sufre la agresión ofensiva de una guerra irregular total desatada por una minúscula y opulenta subversión terrorista de corte leninista estalinista en contubernio con el narcotráfico; que hay que impedir a toda costa que Colombia se convierta en un narcoestado terrorista totalitario y que, por tanto, la democracia colombiana debe ser apoyada militarmente, de manera intregal, para que pueda enfrentar y derrotar a este feroz enemigo de la humanidad.



NOTAS:

1. Erich Fromm, El miedo a la libertad. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1971, págs. 317 y 319; 2. Jean- Francois Revel, El renacimiento democrático. Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1992, pág.33; 3. Stephane Courtois y otros, El libro negro del comunismo. Editorial Planeta, Barcelona, 1998, pág.16; 4. Diana Duque, Una guerra irregular entre dos ideologías, Intermedio Editores, Bogotá, 1991, pág. 29; 5. Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de Política, pág. 1615; 6. Friedrich von der Heydte, La guerra irregular moderna. Eir de Colombia, Bogotá, pág. 184; 7. Idem., pág. 185; 8. Edgar Morin, Qué es el totalitarismo. Editorial Anthropos, Madrid, 1983, pág.7; 8. Diario Las Américas, Miami, 21 de febrero de 2001; 10. Friedrich von der Heydte, La guerra irregular moderna. Eir de Colombia, Bogotá, pág. 186; 11. Jean-Francois Deniau, Los movimientos de resistencia. Cosmos Editorial, panamá, 1986, pág. 117; 12. El Tiempo, 10 de octubre de 2001, pág. 1-4; 13. Rachel Erhenfeld, Narco-terrorismo, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1990, págs. 12, 17 y 19; 14. Página web de El Colombiano, 18 de septiembre de 2001; 15. El Tiempo, 1 de marzo de 2001, pág. 1-2; 16. El Tiempo, 19 de octubre de 2001, pág. 1-19.


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